Se acabó el discurso progresista: Petro se la juega con los mismos operadores políticos de siempre

Ante el fracaso indefectible de sus apuestas legislativas en el último tramo de su gobierno, el presidente busca de manera desesperada recomponer el camino y atajar el crecimiento de sus rivales políticos. Encuestas recientes evidencian un alto grado de desaprobación a su gestión.

María Fernanda Cabal, precandidata presidencial y líder de la oposición, según muchos analistas políticos, ha acertado en la calificación a los movimientos que viene realizando el presidente Gustavo Petro al interior de su equipo de trabajo, en el entendido de que empezó una surte de distribución de puestos y contratos para garantizar ‘gobernabilidad’ en lo que resta de gobierno.

El anuncio del nuevo gabinete no es un relanzamiento de la imagen, los modos y las formas de la actual administración, sino, más bien, como afirman figuras emblemáticas de la oposición: un grito desesperado por sobrevivir a una crisis provocada por la improvisación y la corrupción.

Este remezón, es el ‘coletazo’ final del consejo de ministros del pasado 4 de febrero y que dejó al descubierto la falta de cohesión que existe al interior de la coalición Pacto Histórico, hecho que motivó la dimisión de varios funcionarios que manifestaron públicamente su descontento con las dinámicas implantadas por Petro.

Omitiendo sus acostumbradas disquisiciones éticas, Petro ha optado por posesionar a la ligera a sus ‘nuevos’ colaboradores, un equipo que, según un amplio sector de la opinión pública son los mismos, con las miasmas: una mezcla de reciclaje político, gestos simbólicos y guiños burocráticos a sectores que pueden votar positivamente sus iniciativas en Cámara y Senado.

¿Pacto con el diablo?

Con las elecciones a la vuelta de la esquina y solo 49 de 195 promesas cumplidas, el gobierno de Colombia Humana enfrenta una recta final donde predomina el aislamiento político en el espectro de la izquierda, la oposición fortalecida en las encuestas y un electorado desencantado por sus modos y formas.

En este escenario convulso, Petro, quien se eligió con un discurso que alentaba la lucha de clases y la ruptura del estatus quo, le entregó a Armando Benedetti, la encarnación del gatopardismo colombiano, la responsabilidad de gestionar su agenda legislativa como ministro del Interior.

Aunque la designación de Benedetti supone la traición de ciertos parámetros ‘éticos’ establecidos por el presidente durante su vida pública, es en definitiva un giro pragmático. Con un historial manchado por acusaciones de corrupción y violencia machista, su ascenso tras un caótico paso como jefe de despacho sugiere un ‘chantaje’: clave en la campaña de 2022, parece tener un as bajo la manga que le garantiza juego en el alto gobierno. Esto se evidenció en los audios revelados por la Revista Semana.

Es claro que, ante la poca conexión con el Legislativo, Petro se la juega con un operador político abiertamente sucio con la idea de ganar tiempo, pero, dadas las circunstancias y la volatilidad del personaje de marras, en la apuesta podría perder su ‘alma’. La oposición, liderada por figuras como María Fernanda Cabal y Álvaro Uribe, celebra este ‘autogol’, que puede inclinar el partido más hacia la derecha.

Otro de los movimientos que ha generado desazón, es el nombramientodel general retirado Pedro Sánchez como ministro de Defensa. Esta designación rompe con una tradición implantada desde la promulgación de la Constitución de 1991, cuando se viene delegando esta cartera a civiles. 

Aunque un sector de la derecha considera que esta decisión obedece a los llamados constante al establecimiento de una estrategia militar más severa, la lectura de Petro parece ser otra. Sánchez, un militar sin carisma ni historial negociador, tiene que lidiar con las inconsistencias de la paz total y el recelo de las Fuerzas Armadas al gobierno.

En este punto, es claro que si Pedro Sánchez, ahora como civil, falla en contener la violencia o se alinea demasiado con los uniformados, el presidente Petro quedará indefectiblemente atrapado entre su base electoral y sus críticos más enconados. Así las cosas, al igual que con Benedetti, esta es una apuesta de alto riesgo con pocas probabilidades de éxito.

Congraciándose con los mismos de siempre

La cartera de Minas y Energía, una de las más problemáticas para este gobierno, porque ha sido ocupada por activistas con poca experiencia en gestión energética, más enfocados en posicionar y sacar adelante una utópica agenda ambientalista en un mundo globalizado, también tiene un nuevo director.

Edwin Palma, sindicalista y petrista pura sangre, llega al Ministerio de Minas y Energía más como un soldado leal, que un ejecutivo con capacidad para frenar la crisis que muchos expertos consideran se está cocinando. 

Aunque hace apenas dos días que asumió el cargo, desde la oposición aseguran que Palma, con amplia experiencia en el sector sindicalista y una retórica combativa, será el encargado de sepultar por completo el proyecto de transición energética, una de las banderas del gobierno Petro. Políticamente su nombramiento apacigua a las bases sindicales del Pacto Histórico, pero no resuelve ninguno de los cuellos de botella del sector al borde de un apagón.

Petro también le dio juego al Partido Verde, colectividad a punto de escindirse por cuenta de las irreconciliables divergencias políticas que existen entre sus miembros, quienes discuten si adherir plenamente al gobierno o mantenerse al margen.

Antonio Sanguino, exsenador y fracasado candidato a la Gobernación del Cesar, aparece nuevamente de saco y corbata para sumir el ministerio del Trabajo, uno de las carteras que más deudas tiene con los electores de izquierda, ya que, en lo que va del gobierno, solo se han presentado buenas intenciones y resultados mediocres.

Prueba de ello es el limbo en el que se encuentra la reforma laboral, una de las promesas más publicitas de Petro en campaña. Sanguino sin ningún peso político ni margen de acción, tendrá que cruzar el Niágara en bicicleta para enfrentar a empresarios y unir al movimiento obrero actualmente fragmentado.

Aunque fueron ocho los nuevos ministros, los que faltan por mencionar en este escrito no tienen la suficiente entidad para cambiar el curso y la imagen del gobierno. Así las cosas, Petro, aislado en la Casa de Nariño, se la juega toda por la lealtad sobre la competencia, dejando de lado su discurso progresista. Finalmente, es oportuno indicar que, dadas las circunstancias y los resultados de las últimas encuestas, la oposición, desde el uribismo hasta los verdes disidentes, tiene la posibilidad de ubicarse bien en el partidor de cara a las elecciones de 2026.