El llamado de los expertos es claro: reforzar la prevención, garantizar la vacunación contra el VPH y mejorar la oportunidad de tratamiento serán determinantes para reducir la incidencia de esta enfermedad en Colombia y salvar miles de vidas cada año.
En el marco del Día Mundial de la Prevención del Cáncer de Cuello Uterino, la Cuenta de Alto Costo (CAC) reveló cifras alarmantes sobre la prevalencia de esta enfermedad en el país.
Entre el 2 de enero de 2023 y el 1º de enero de 2024, se registraron 27.385 casos prevalentes de cáncer de cuello uterino invasivo, lo que representa un aumento de 4.985 casos en comparación con el período anterior.
A pesar de los avances en tamización y tratamiento, la mortalidad general por esta enfermedad sigue en aumento. En 2022, la incidencia en Colombia fue de 13,7 casos por cada 100.000 mujeres, con una mortalidad de 6,9 por cada 100.000 mujeres, cifras que reflejan una carga significativa para la salud pública.
Las regiones Caribe y Central concentran la mayoría de los casos, lo que evidencia la necesidad de fortalecer la prevención y mejorar el acceso a los servicios de salud en estas zonas.
Si bien la estadificación clínica –proceso que determina la extensión del cáncer– ha mostrado avances en el régimen subsidiado, todavía existen brechas en el acceso equitativo al tratamiento oportuno, especialmente para mujeres en condiciones de vulnerabilidad.
La detección temprana es la clave
El cáncer de cuello uterino es prevenible si se detecta a tiempo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha establecido la estrategia 90-70-90 para su eliminación en 2030, que busca garantizar que el 90 % de las niñas sean vacunadas contra el VPH antes de los 15 años, que el 70 % de las mujeres sean tamizadas con una prueba de alto rendimiento a los 35 y 45 años, y que el 90 % de las mujeres diagnosticadas con la enfermedad reciban tratamiento oportuno.
En Colombia, la iniciativa “Colombia sin cáncer de cuello uterino” busca alcanzar una cobertura de 95% en vacunación contra el VPH en niñas de 9 a 17 años y niños de 9 a 14 años, promoviendo también el acceso equitativo a pruebas de tamizaje y tratamiento.
Desafíos
Si bien ha habido progresos en la reducción del tiempo entre el diagnóstico y el inicio del tratamiento, el régimen contributivo sigue teniendo menores tiempos de espera que el subsidiado.
Reducir esta brecha es clave para garantizar la equidad en la atención y mejorar la supervivencia de las pacientes.