El elemento central de la democracia no es el consenso sino el disenso: José Félix Lafaurie

El líder ganadero explica en esta entrevista las razones que lo motivaron a aceptar la invitación del presidente Petro a ser parte de la delegación negociadora del gobierno en los diálogos de paz con el ELN.

Desde el mes de octubre, cuando firmó con el Gobierno Nacional un acuerdo para vender tres millones de hectáreas de tierra fértil y destrabar la Reforma Rural Integral, uno de los programas bandera de Gustavo Petro, el presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Ganaderos, José Félix Lafaurie Rivera, ha estado dando vueltas en la agenda mediática nacional e internacional.

Con la sinceridad y sensatez que lo caracterizan, ha explicado sin problemas el porqué de ese repentino cambio de opinión respecto de los procesos de paz, pues, en el pasado reciente fue una de las voces más críticas de los beneficios reales que tendría para el país y el impacto real en los problemas de orden público que se viven en algunas zonas del país, donde impera la ley de las armas ilegales y el narcotráfico.

Hoy que hace parte de la delegación negociadora del gobierno con el ELN, el líder ganadero explica en este fragmento de la entrevista que realizó Juan Manuel Ospina para el medio Las 2 Orillas, las razones que lo motivaron a aceptar la invitación del presidente Petro, las expectativas que tiene respecto de la reorganización de la tierra, que desde su perspectiva es el faro que debe guiar este proceso en aras de dinamizar la economía rural y desincentivar las actividades ilícitas.

Aún hoy es muy difícil para muchos entender por qué José Félix Lafaurie participa de manera activa en un gobierno que encarna y expone ideas totalmente distintas a las que durante más de 40 años ha defendido en diferentes espacios. ¿Qué decirle a esos que aún no dimensionan o comprenden el sentido de su participación en la Reforma Rural Integral y los Diálogos de Paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN)?

José Félix Lafaurie Rivera: Yo me siento un heredero conceptual de Álvaro Gómez. Álvaro siempre me dijo a mi ¡ojo!, ¡la política no es sino una sucesión de hechos! Si creas un hecho anticipa otro. Se anticipó otro ¿cuál? El que el presidente en un acto de audacia, así lo ha dicho a todo el mundo, después de que él mismo había dicho que el acuerdo sobre el tema de tierras era histórico, me invitara a participar como delegado de su Gobierno, es decir de un Gobierno de izquierda, a sabiendas de que yo no soy de izquierda, a sabiendas de que yo profeso unas ideas, a sabiendas que, como él, en otras circunstancias y en otra orilla, ha venido profesando otras.

Por consiguiente, cuando él me invita, me invita en el entendido de que yo voy a aportar esas ideas, la mías, pero obviamente con el mayor compromiso de llegar a un puerto seguro, que es hacer un acuerdo con un grupo armado, ilegal, histórico que ha venido batallando con una serie de “causas”, que hemos estado siempre del lado de creer que la democracia, por imperfecta, genera espacios para tratar de hacerlo un poco mejor.

¿Por qué cree usted que en Colombia medios de comunicación, actores políticos de izquierda y de derecha, mandatarios y la opinión pública en general tienden a rechazar todo aquello que de una forma u otra les es incómodo, como ha ocurrido con su designación como negociador o la irrupción de nuevas formas de hacer y vivir la política?

Hemos dado batallas también, de pronto vaya usted a saber por ideas que ellos tienen, pero lamentablemente han tratado de batallar por esas ideas, pero con armas. Yo no creo que la democracia admita las armas, esa es mi posición. ¿De qué se trata la democracia? De convencer, de persuadir, de escribir… tu y yo llevamos cuántos años en esto… Mi amigo y coequipero escribiendo no de política sino de economía, pero con ideas. Esa es la democracia, que se degradó.

Quienes pensamos no tenemos mayor espacio. ¿Cuándo le volvemos a restablecer a la política el lugar que le corresponde en la idea de hacer de nuestra democracia algo mejor? No sé, pero la verdad es que yo me siento frustrado… ojalá que tú y yo podamos irnos de este mundo viendo que otra vez el empuje de unas ideas y de un sueño de una ilusión eventualmente tienen una oportunidad. Sino es con armas o con plata aquí no se hace nada. Esa me parece una terrible equivocación.

Entonces, ¿por qué aceptó participar en dos iniciativas que necesitan mucho rigor e inteligencia política para llegar a feliz término, como usted dice?

El elemento central de la democracia no es el consenso sino el disenso. El problema es que aquí en Colombia terminamos con algo terrible: el que piensa diferente lo rotulan extrema derecha o enemigo de la paz.

Cuando estábamos muchachones pasamos en las casas de la finca, haciendo trabajo de campo. ¿Hace cuánto no lo pudimos volver a hacer? Cuando terminó el Congreso Ganadero se me acercaron tres personas y me dijeron: “doctor le agradezco, quiero felicitarlo por la decisión; nadie sabe el tamaño de la gotera sino quien vive debajo de ella. Tengo unas fincas en el Bajo Cauca donde no he podido volver”. Entonces uno se da cuenta de la dimensión de la tragedia del campo. Otra cosa es echar carreta en Bogotá.

Dirán algunos que esas palabras son contrarias a las opiniones que usted vehementemente ha expresado en el pasado reciente respecto de este tipo de procesos.

Es importante precisar que jamás usé un adjetivo calificativo negativo para referirme ni a Santos ni a todos los que participaron del proceso con las Farc, siempre con argumentos. Jamás ningún argumento se tuvo en cuenta. Fíjate tú las consecuencias: primero, perdieron el plebiscito; segundo, les tocó hacerle trampa a la democracia a través de un mecanismo que era contrario a la Constitución que fue el supuesto Fast Track para aprobarlo; pero tercero, que fue más grave, toda empresa humana necesariamente debe tener una promesa de valor. Ningún discurso ha sido más mentiroso que el de Santos en Naciones Unidas y digo mentiroso simplemente por usar un término castizo: desde Alaska hasta la Patagonia se respira paz porque Colombia dejó de estar en guerra.

Por favor, vayamos a los territorios, ¿qué es lo que nos está pasando? Todos los días los noticieros cuentan de asesinatos de líderes sociales, el control territorial es asfixiante, la violencia campea, la extorsión es pan de todos los días. Esa fue la paz estable y duradera que nos ofrecieron en 2016 y evidentemente no lo logramos.

En ese sentido, ¿cuál cree usted debe ser el faro que guie los diálogos, el acuerdo y su eventual implementación en aras de conseguir la anhelada Paz Total y un resurgimiento de la política?

En mi discurso en el Congreso Ganadero hablé del Acuerdo sobre el tema de tierras y la importancia de tener en cuenta el desarrollo rural como elemento catalizador de cualquier paz posible en Colombia. Mientras no haya desarrollo en el campo, no habrá paz. Como decía la línea de pensamiento del viejo conservatismo y de la Iglesia: el desarrollo es el nuevo nombre de la paz (Pablo VI). Este proceso de paz, y esto ya lo dije en artículos sobre la paz posible y el dogma nacional, hay que construirlo sobre un sueño, sobre esta utopía, en el entendido de que las utopías no son alcanzables, pero son un referente y movilizan.

Ahora bien, eso fue lo que hizo Roma, construyó un imperio sobre una ilusión que no existía. El matrimonio de los Reyes Católicos se construyó sobre una ilusión que les permitió expulsar a los moros, descubrir América, constituir un idioma: el Castellano.

Insinuaste unos lastres que no hemos podido erradicar de nuestra precaria democracia: la degradación moral, la mala educación, tenemos reformas institucionales que no hemos podido resolver: la política, la de justicia, nos quedamos en la mitad del camino entre la descentralización política y administrativa, es decir, tenemos una cantidad de tareas. ¿Será que nos podemos poner de acuerdo no en el pasado sino en el futuro, como decía Ortega? Ahí está el dogma nacional.

Finalmente, doctor Lafaurie, ¿su participación en dos de los más importantes proyectos del primer gobierno de izquierda en Colombia puede entenderse como un primer paso en esa idea de ponernos de acuerdo en lo fundamental?

Terminemos con una frase: quién está más asustado, esa extrema izquierda o esa extrema derecha que nunca ha querido mirarse al espejo. En una conversación informal que tuve con ellos -con Pablo Beltrán- me preguntaban sobre el acuerdo sobre lo fundamental y les hice el recuento de los cinco elementos sobre los cuales Gómez convocó al país en el 89: la intangibilidad de la Ley, un acuerdo sobre el tono moral de la República, sobre el desarrollo, la justicia y la ecología.

Ojalá que la vida nos dé a esta altura, y a Petro, la oportunidad para reencontrarnos, para ver cómo somos capaces de remover las lacras que desde el Frente Nacional para acá, han desdibujado la política y la forma de hacerla. ¿Seremos capaces de construir un acuerdo nacional incluyente? ¿Cuál es la utopía que vamos a perseguir? Creo firmemente que hay que darle un espacio a la confrontación de ideas.