Todo lo que María Fernanda Cabal advirtió en La Democracia en Peligro está ocurriendo: el crimen se tomó las carreteras y el Estado retrocedió sin disparar un tiro.
Colombia está en llamas. Queman vehículos en Buenaventura, siembran minas en Guaviare, bloquean la Panamericana en Cauca y cuelgan banderas del ELN en las carreteras de Santander como si el país les perteneciera. Y mientras el terrorismo se apodera del territorio, el presidente Gustavo Petro calla o, peor aún, se dedica a cazar peleas internacionales como si el caos nacional no existiera.
María Fernanda Cabal, senadora y aspirante a la Presidencia de la República, volvió a prender las alarmas este 4 de julio de 2025 con un trino que retumba como un grito desesperado de advertencia. Uno que ya había lanzado hace más de un año, cuando publicó su ensayo #LaDemocraciaEnPeligro, donde advirtió con claridad quirúrgica la tragedia que hoy se vive: un país entregado por omisión, o por complicidad, a las estructuras criminales.
“Hace más de un año presenté al país mi ensayo #LaDemocraciaEnPeligro, donde advertí que la estrategia de Petro era milicianizar cada rincón, fortalecer con la omisión a estructuras criminales que hoy están desatadas sembrando el terrorismo”, escribió Cabal en su cuenta de X.
https://twitter.com/MariaFdaCabal/status/1941143183469039928
Y los hechos le dan la razón. Este jueves, en un solo día, Colombia volvió a experimentar lo peor de sí misma:
– Quema de vehículos y bloqueo de vías en Buenaventura.
– Un ataque con explosivos contra el Ejército en Calamar, Guaviare.
– Un retén armado del ELN sobre la Panamericana, cerca de Popayán.
– Banderas terroristas ondeando impunemente en Santander.
Todo esto, mientras en la Casa de Nariño reina la displicencia. Petro se enfrasca en debates con Macron, con la OEA, con Estados Unidos o con quien le provoque, pero no le dedica una sola palabra al terrorismo que desangra a su propio país. Parece más un agitador internacional que un jefe de Estado. Un espectador privilegiado del caos que él mismo ha alimentado.
“No perdamos la fe, en 2026 vamos a llegar a imponer la paz con la fuerza del Estado”, remató Cabal. Una promesa que suena cada vez más urgente.
Y es que ella lo advirtió también en Neiva, en noviembre de 2024, durante una masiva reunión en el Hotel Plaza. Ante decenas de huilenses, dijo sin miedo lo que muchos políticos callan: que Petro está entregando el país a las mafias, que el narcotráfico es la gasolina del poder político actual, y que los diálogos de paz solo sirven para legalizar bandidos.
“Se acaban las guerrillas en todas partes, menos aquí. Aquí es dialoguitis, dialoguitis, dialoguitis”, dijo Cabal esa noche, desatando aplausos entre ciudadanos hastiados del miedo y de la impunidad.
En su discurso, también denunció que Colombia no está enfrentando solo un problema de orden público, sino una verdadera transformación perversa del Estado: un «Estado empresa criminal», como lo definió, donde el narcotráfico, la corrupción y las ideologías comunistas se entrelazan para tomar el control institucional.
“Nuestra tragedia es el narcotráfico”, afirmó con contundencia. “La ley, cuando es justa, tiene fuerza, pero cuando la ley viene de la desviación de la corrupción, hace daño”.
Hoy, la tragedia es evidente. El experimento de la “Paz Total” no fue más que una excusa para desarmar a la Fuerza Pública, legitimar a criminales y rendir el Estado frente a las armas. Lo que se vive en 2025 no es paz, es ocupación. No es reconciliación, es sometimiento.
Y mientras tanto, Gustavo Petro sigue sin aparecer. O peor, aparece para negar, justificar o culpar a otros. La realidad es innegable: Colombia ha retrocedido veinte años en seguridad. Las disidencias, el ELN, las bandas del narcotráfico y hasta los llamados “comandos populares” actúan como si fueran los verdaderos gobernantes de muchas regiones.
La senadora Cabal no ha tenido pelos en la lengua para decirlo. Y en medio de este desastre, se posiciona como la única voz que llama las cosas por su nombre: esto es terrorismo, esto es traición a la patria, y esto exige una respuesta contundente.
“No vamos a permitir que destruyan a Colombia. Vamos a recuperar el país con orden, autoridad y sin miedo”, ha repetido en sus intervenciones.
Hoy, con cada explosión, con cada retén, con cada familia desplazada, las palabras de María Fernanda Cabal resuenan como campanazos de verdad. Ella lo advirtió. Y mientras el país se hunde, hay millones que empiezan a verla no solo como una opositora más, sino como la única capaz de encarar este desastre con la fuerza que se necesita.
Porque Colombia no necesita más diálogos. Necesita coraje. Necesita liderazgo. Y necesita un Estado que, de una vez por todas, les devuelva el país a los ciudadanos y se lo quite a los bandidos.
El tiempo se acaba. Y Cabal, sin miedo, ya lo dijo: en 2026, llega la fuerza del Estado.