Por:José Félix Lafaurie Rivera
En enero de 2024 se produjo el relevo en la Dirección de la Agencia Nacional de tierras, ANT, entre acusaciones de cifras alteradas y compra de predios inviables y con sobreprecios, como las fincas “La Grosería”, en Chimichagua, Cesar, y “Santa Fe”, en Majagual, Sucre, de 515 hectáreas entregadas a 48 familias y, al parecer, devueltas por los beneficiarios, pues, según uno de ellos, “es una tierra improductiva y sin vía de acceso”.
No me corresponde juzgar actuaciones, pero sí pronunciarme sobre resultados, no solo por los ganaderos que le apostaron al proceso, sino porque FEDEGÁN quiere seguir creyendo en que una reforma integral y transformadora es posible, entre otras cosas para acabar con “el cuento sesentero” de que la causa principal del conflicto y la pobreza en el campo es la distribución inequitativa de la tierra.
Desde siempre, los ganaderos hemos sido tildados de enemigos de la Reforma Agraria, así, a secas, en blanco y negro, con Dios o con el diablo, como surgen los estigmas en este país, y de estigmas sí que sabemos los ganaderos.
Si me preguntan, mi respuesta dependerá de sobre qué reforma agraria estemos hablando. Si se trata de dotar al campo de infraestructura física y social para una productividad competitiva, que permita la legítima rentabilidad y los fines del Estado, como la seguridad alimentaria, la ocupación pacífica del territorio, la superación de la pobreza rural y la competitividad en los mercados, yo soy amigo de esa reforma.
Si se trata de la reforma agraria expropiatoria, vendida como solución a la pobreza y supuestamente “integral”, pero siempre limitada a la redistribución minifundista de la tierra; esa reforma agraria que no ha logrado disminuir la pobreza rural, pues soy enemigo de ella.
Ahora bien, el Gobierno se comprometió con el componente de tierras de la Reforma Rural Integral del Acuerdo con las Farc, pero planteó cambios con el Acuerdo firmado con FEDEGAN que deberían generar esperanza, tanto por las compras a valor comercial, como por el propósito de no entregar “parcelas peladas”, sino soluciones integrales de producción y de vida; con vías, crédito, asistencia, riego, energía, asociatividad y soluciones sociales.
Sin embargo, hoy el proceso parece estancado. Con corte al 7 de marzo, a través del Acuerdo con FEDEGÁN se habían ofrecido a la ANT 1.365 predios por 587.089 hectáreas, de los cuales, según el último reporte de la Agencia (febrero 9), solo se han comprado 58 que suman 24.109 hectáreas y hay 12 con oferta de compra por 2.509 hectáreas.
El Gobierno hace otras compras y dispone de las tierras de la SAE, de las cuales ha hecho entregas sin que se conozcan proyectos productivos; pero sobre las canalizadas a través de FEDEGÁN no tenemos información de entregas ni de servicios de asistencia por parte de la Agencia de Desarrollo Rural, ADR, que FEDEGÁN ofreció para proyectos de ganadería sostenible con Sistemas Silvopastoriles, pero nada se nos ha solicitado. De otra parte, hay 492 predios no viables, pero no conocemos las causas; 424 viables, pendientes de levantamiento y avalúo, y 335 sin analizar.
El anterior directivo, con quien trabajamos bien al margen de los rifirrafes de enero, anunció una meta de 1.500.000 hectáreas hasta 2026 y 800.000 para 2024 con una disponibilidad de ¡$5,1 billones! para compra de tierras.
Si es así, la tarea es larga y no hay tiempo que perder en los dos años que quedan. Por ello esperamos que Juan Felipe Harman le dé el nuevo impulso que necesita y merece la compra de tierras con debido acompañamiento a los beneficiarios, para retomar el camino hacia una reforma agraria verdaderamente integral.