Por: Jesús Mora
Historicamente las diferenciaciones culturales, religiosas, étnicas, ideológicas y lingüísticas han dado cabida para que grupos humanos con simetría en alguno de los aspectos antes mencionados se agrupen y consoliden sociedades.
En ese orden de ideas, las naciones se han edificado sobre las bases de cohesión entre connacionales, lo que permite construir lazos de patriotismo, identidad cultural ó simbolismo, que a la final terminan tejiendo un manto de diosincrasia que arropa a todos los nativos del territorio.
Ese hilo que permite entrelazar y fortalecer el sentir entre moradores del mismo suelo, es un poco difuso entre los colombianos, esto podría estar dado por elementos físicos que juegan un papel de «Determinismo Geográfico», la pluralidad étnicas existente antes de la conquista y mezcla entre pueblos durante y después de la llegada de los españoles.
Se podría decir entonces que Colombia es un caldo cultural, donde se pueden apreciar claramente todos los componentes de la cocción. Encontrar el componente que permita homogeneizar esta mezcla cultural es un tanto difícil, pero no imposible, pues de lo contrario estaríamos expuestos a un fraccionamiento, ejemplo de ello los fallidos movimientos independentistas de Antioquia y Costa Caribe.
Se ha procurado buscar unanimismo a través de elementos culturales, gastronomícos y musicales como el sombrero vueltiao, la cumbia, la bandeja paisa y hasta obras literarias como cien años de soledad, pero aún así, estas solo logran personifican a ciertas regiones y quedan exentos territorios como los llanos, amazonia y pacífico.
Claramente es complejo el panorama para poder determinar una figura que permita ser eslabon entre todos los habitantes del territorio colombiano, existe quizás un sentir particular, algo que muchos han llamado «malicia indigena», una fuerza de ingenio y recursividad que está esparcida desde punta gallina hasta Leticia y que impulsa los ánimos de todas las gentes de estas tierras, muy a pesar de todas las vicisitudes que viven.