Las labores de rescate se complican por las limitadas infraestructuras sanitarias y de comunicación, mientras organizaciones internacionales intentan canalizar ayuda en un territorio empobrecido y marcado por una encarnizada guerra política.
La junta militar que controla Myanmar reportó este lunes en horas de la mañana local que al menos 1700 personas han fallecido luego del fuerte terremoto que sacudió Myanmar el pasado viernes.
Este número, sin embargo, podría ser superior según los agentes internacionales que desde el viernes llevan a cabo intensos trabajos de remoción de escombros y rescate.
El número de heridos recibiendo asistencia médica alcanza los 2.500, cifra que ha colapsado por completo los centros asistenciales que siguen en pie. Con el movimiento telúrico, se vinieron al suelo numerosas edificaciones históricas, templos y pagodas perseguidas por los turistas.
Las imágenes difundidas en redes sociales y noticieros internacionales dejan ver la magnitud del evento: escombros dispersos y decenas de cuerpos cubiertos alineados en el suelo, mientras los equipos de rescate trabajan contrarreloj para encontrar personas con vida.
Una de las zonas más afectadas, fue la ciudad de Bagan, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y conocida por sus templos budistas construidos entre los siglos XI y XIII. Rescatistas locales confirmaron la muerte de 23 personas y 167 heridos.
Varias organizaciones defensoras de derechos humanos han empezado a alertar sobre los riesgos que enfrenta la población civil, debido a la precaria infraestructura médica del país, catalogado como uno de los más pobres del sudeste asiático.
En ese sentido, informaron que, pasados tres días del desastre natural, los hospitales locales están desbordados y carecen de los recursos suficientes para atender a los miles de heridos. El problema se agrava, debido al colapso total de las carreteras y la comunicación.
Finalmente, aseguran que, dados los efectos del terremoto en la infraestructura del país, la cifra de muertos podía alcanzar los 10.000, además que el calor inclemente contribuye a la descomposición de los cuerpos, propiciando una crisis sanitaria.