Por: José Félix Lafaurie Rivera
Comenzando el año, el 5 de enero, lancé el mismo clamor en este espacio: ¡No nos dejen otra vez solos!, ¡No repitamos la historia!, e insistí en ello esta semana en carta al presidente de la República, en la que defendí, con la historia y con argumentos, nuestra iniciativa de conformar Frentes Solidarios de Seguridad y Paz con los gremios ganaderos regionales, como una forma pacífica de colaborar con la Fuerza Pública y las autoridades para el retorno de la seguridad y la contención de la violencia.
Como sucedió con las Brigadas Solidarias Ganaderas que conformamos en 2023 a raíz de las invasiones de fincas; pacíficas, de acompañamiento a los ganaderos agredidos y de colaboración con las autoridades, el lanzamiento de los Frentes Solidarios de Seguridad y Paz desató otra andanada estigmatizante de los enemigos de la ganadería proclamando la “resurrección del paramilitarismo”.
Por ello mi tarea desde entonces, todos los días y en todos los escenarios, ha sido explicarles a los ganaderos, al sector rural y al país el sentido de esta iniciativa como una forma de organización para construir pacíficamente un tejido de protección solidaria frente a la delincuencia, un esquema de colaboración con la Fuerza pública y las autoridades en los territorios: con el alcalde y el personero, con el juez y el fiscal.
Esa es la razón de mi carta al presidente Petro y de la audiencia que espero me conceda: explicarle nuestras motivaciones y argumentos, algo que se volvió imperativo a raíz del rechazo público a nuestra iniciativa por parte del ministro de Defensa, Iván Velásquez, quien, al calificarla como “una forma de autodefensa”, ignoró nuestras públicas explicaciones y se sumó desde el gobierno a la campaña estigmatizante contra los ganaderos.
Quiero explicarle al presidente cuál es la historia que no queremos repetir; la historia de las violencias, del paramilitarismo y de la estigmatización ganadera; la historia del miedo que produjo esa violencia exacerbada contra la ganadería y lo rural; la historia de los años en que los ganaderos eran secuestrados y asesinados por centenares, ante la indolencia de la sociedad y de sus instituciones; la historia de la violencia que impulsó a algunos a traspasar la línea de la legalidad y, por ese camino, se convirtieron en un remedio peor que la enfermedad y le dejaron al gremio la herencia maldita de la estigmatización.
En fin, la historia de centenares de miles de ganaderos atrapados entre dos fuegos y entre dos miedos: la guerrilla y los llamados paramilitares; extorsionados, amenazados y despojados por ambos actores violentos, muy pronto absorbidos por el narcotráfico.
Hoy es latente el riesgo de que esa historia se repita, porque el ganadero está amarrado a la realidad rural y no puede “irse con sus vacas a otra parte”; porque el regreso del miedo a perder el sustento, la familia, la libertad y la vida resucite la idea de “comprar seguridad” y entrar en un diabólico círculo vicioso de extorsión y mayor inseguridad, por cuenta de delincuentes de toda laya.
Por eso elevamos también este clamor a la Procuraduría, a la Fiscalía, a la Defensoría del Pueblo, al Congreso de la República y al Consejo Gremial Nacional, porque frente a la arremetida de los violentos para controlar el territorio y frente a nuestro derecho a participar pacíficamente en nuestra propia seguridad, esperamos una respuesta de Estado.
De ahí la reiteración de nuestro clamor al presidente, a la institucionalidad y al país todo, que una vez nos dejó solos, a los ganaderos y al campo donde se cocinaba la violencia. Por ello, a Colombia le insisto… ¡no nos dejen solos otra vez!