Un informe especializado sobre la frontera colombo-venezolana advierte que el ELN desarrolla estrategias diferenciadas a cada lado. Mientras en Arauca sostiene la confrontación armada y el control social, en Apure ha consolidado una estructura de dominio territorial ligada a economías ilícitas. El análisis plantea riesgos directos para la seguridad regional y para cualquier estrategia de contención del grupo.
Una investigación reciente sobre la dinámica fronteriza entre Colombia y Venezuela expone cómo el Ejército de Liberación Nacional ajusta su comportamiento según el territorio en el que opera, combinando acciones insurgentes con esquemas de control criminal que le permiten sostener su capacidad militar y financiera.
De acuerdo con el estudio El efecto espejo: el dominio del ELN en el eje fronterizo Arauca–Apure, el grupo ha logrado mantener la presión armada en el oriente colombiano mientras establece una retaguardia funcional en el estado venezolano de Apure, donde su accionar se aleja del patrón guerrillero clásico. Según el informe, el ELN “adapta su comportamiento según el territorio en el que opera”, una flexibilidad que explica su permanencia en una de las zonas más sensibles del conflicto.
En el departamento de Arauca, el documento describe un escenario de violencia persistente, caracterizado por enfrentamientos con la Fuerza Pública, control social coercitivo y disputas con otros actores armados ilegales. Allí, la organización mantiene una presencia visible, restringe la movilidad en zonas rurales y ejerce presión directa sobre las comunidades.
Del otro lado de la frontera, el panorama es distinto. En Apure, la investigación señala que el ELN “no actúa como un actor insurgente que desafía al Estado, sino como una estructura que regula economías ilícitas y protege corredores criminales”, desempeñando funciones más cercanas a un actor paraestatal que a una guerrilla en confrontación abierta.
El informe identifica a esta región venezolana como un enclave estratégico del Frente de Guerra Oriental, con presencia sostenida en municipios como Achaguas, Rómulo Gallegos, Pedro Camejo y Muñoz. Esta ubicación facilita el control de corredores fluviales sobre los ríos Apure, Arauca y Orinoco, además de la operación de pistas clandestinas y laboratorios para la producción de cocaína.
Uno de los hallazgos más relevantes es que estas actividades se desarrollan sin una confrontación sistemática con las fuerzas de seguridad venezolanas. La investigación advierte que el grupo ha logrado consolidarse “sin enfrentar una persecución constante por parte del Estado”, lo que fortalece su rol como garante de rutas ilícitas y articulador de economías criminales.
Bajo este esquema, la frontera funciona como un sistema integrado, que permite el tránsito de combatientes, armas y recursos con relativa facilidad. Para los investigadores, esta condición limita el alcance de cualquier estrategia de seguridad o negociación que se diseñe desde un enfoque exclusivamente nacional.
En conclusión, el informe plantea que mientras el ELN conserve una base operativa estable en Venezuela, su capacidad para prolongar el conflicto en el oriente colombiano y alterar el equilibrio de poder en la región fronteriza seguirá intacta.



