A pesar de los avances tecnológicos, la creatividad, intuición y razonamiento abstracto de los jóvenes prodigios prevaleció en la competencia matemática más exigente del mundo. Un triunfo simbólico del intelecto humano sobre la máquina.
Contra los pronósticos más entusiastas del mundo tecnológico, la inteligencia humana volvió a imponerse. En la edición 2024 de la Olimpiada Internacional de Matemáticas (IMO, por sus siglas en inglés), los participantes menores de 20 años superaron el desempeño de sofisticados modelos de inteligencia artificial diseñados por Google DeepMind y OpenAI, dos de las compañías líderes en el desarrollo de sistemas de razonamiento automatizado.
La competencia, que reúne anualmente a los talentos matemáticos más brillantes del planeta, enfrentó este año un reto inédito: evaluar el rendimiento de modelos como AlphaGeometry (Google) y un modelo experimental de OpenAI en condiciones similares a las de los participantes humanos.
Aunque la IA logró resolver de manera notable problemas de alta complejidad matemática, su desempeño no alcanzó los puntajes de las mejores delegaciones humanas. El modelo de OpenAI obtuvo 34 de los 42 puntos posibles, una puntuación suficiente para ganar una medalla de oro bajo los criterios de la IMO, lo que no es menor.
Sin embargo, no logró superar el desempeño de decenas de concursantes humanos, y quedó por debajo de los puntajes más altos obtenidos por equipos de países como China, Corea del Sur y Estados Unidos.
Más allá de la anécdota tecnológica, el resultado de la competencia dejó entrever un mensaje claro: la inteligencia artificial aún no domina los territorios más profundos del pensamiento abstracto, la creatividad lógica ni la intuición conceptual, pilares fundamentales del razonamiento matemático avanzado.
“Resolver problemas matemáticos de esta magnitud no es solo cuestión de cálculos; implica imaginación, estrategias no lineales y sensibilidad teórica”, puntualizó uno de los entrenadores del equipo de Rumania.
