Falleció Giorgio Armani, el diseñador que convirtió la sobriedad en un imperio de elegancia

El diseñador italiano deja un legado que trasciende la moda. Fundador de una marca global y símbolo del “made in Italy”, su vida estuvo marcada por la disciplina creativa, amores profundos y pérdidas dolorosas. Su estilo minimalista y su carácter reservado definieron medio siglo de la industria.

Giorgio Armani, fallecido a los 91 años en Milán, no solo fue uno de los diseñadores más influyentes del siglo XX, sino también el rostro más reconocible de la sobriedad italiana en la moda. Su nombre se convirtió en sinónimo de elegancia atemporal, construida a partir de una visión simple según los expertos en la alta costura: eliminar lo superfluo para dejar hablar a la forma y al cuerpo.

Nacido en Piacenza en 1934, creció en plena dictadura fascista y conoció desde niño las tensiones entre obediencia y libertad. Una infancia marcada por el miedo, un accidente que casi lo dejó ciego y la muerte trágica de una novia de ocho años lo enfrentaron temprano a la fragilidad de la vida. De esa experiencia surgiría un carácter reservado, inclinado a la disciplina y al detalle.

Antes de ser diseñador, Armani estudió Medicina y trabajó como escaparatista. El salto llegó en los años sesenta, bajo la tutela de Nino Cerruti, hasta fundar en 1975 su propia marca junto a Sergio Galeotti, su socio, compañero sentimental y quien lo animó a ir más lejos y quien murió prematuramente en 1985, dejando una herida que Armani nunca ocultó: “cuando murió Sergio, murió una parte de mí”, confesó años después.

Con Armani nació también un nuevo paradigma: el traje masculino sin rigidez, los tonos neutros, la caída natural de la tela, el confort como forma de sofisticación. Su vestuario para American Gigoló en 1980 convirtió a Richard Gere en embajador involuntario de un estilo que pronto dominaría oficinas, pasarelas y alfombras rojas.

El imperio Armani se expandió más allá de la moda: perfumes, muebles, hoteles y gastronomía. Para 2022, Forbes lo consideraba el segundo hombre más rico de Italia, con un patrimonio de 11.000 millones de dólares. Sin embargo, siempre mantuvo la independencia creativa y el control de su marca, reacia a ser absorbida por conglomerados.

En lo personal, encontró compañía duradera en Leo Dell’Orco, con quien compartió sus últimos años, aunque lamentaba no haber tenido hijos. “Habría sido un buen padre”, admitió con melancolía. Sobrio, disciplinado y exigente consigo mismo, Giorgio Armani construyó un imperio de estilo que hoy sobrevive a su partida.

Su muerte cierra un capítulo de la moda, pero su legado —tejido de minimalismo, rigor y humanidad— seguirá vistiendo al mundo.