Por: Jesús Mora Diaz
Según cifras oficiales, en Colombia circulan actualmente 9’419.374 motocicletas, para tener un bosquejo o idea más clara de este asunto, tan solo en el 2022 comenzaron a rodar por las carreteras del país 356.952 de este tipo de vehículos, la gran mayoría de estas unidades llegaron a engrosar la ya abultada lista que son utilizadas en el mototaxismo y no me atreví a citar una cifra con exactitud o estimación, pues los estudios que nos permitan tener certeza de la magnitud de este fenómeno son realmente escasos o enfocados en ciertos espacios geográficos como Sucre o Bolívar, segregando nichos con gran notoriedad en lo que respecta al mototaxismo , actividad que para muchos es una bendición y que para otros es maldición.
La génesis del mototaxismo en Colombia se remonta a la década de los ochenta, específicamente en el municipio de Cotorra (Córdoba), donde un habitante de la zona empezó a transportar a sus coterráneos, quienes Vivían alejados de la carretera principal y tras las condiciones paupérrimas de las vías, se les imposibilitaba a los jeep o cualquier otro 4×4 acceder a estas zonas, habiendo captado la atención de los usuarios, a causa de la reducción de tiempo en desplazamiento, menor costo en el pasaje y accesibilidad a regiones intransitables por los vehículos convencionales, es entonces cuando arranca el boom y expansión del mototaxismo, llegando y afincandose en ciudades como Montería, Lorica, Sincelejo y cualquier otro centro poblado o vereda donde existía la necesidad de transporte.
El mototaxismo está tan impregnado en la región caribe, que mantiene simetría, aún manejando su escala, tanto en las grandes urbes, al igual que en los poblados representante fidedignos de “la cultura macondiana”, tanto así que me atrevería a afirmar que es difícil encontrar a un costeño o morador de esas tierras que no haya utilizado el servicio de un mototaxi, es tan popular que figuras notorias de la política u otras, se han transportado en una moto, quizás los primeros lo hagan con el fin de cautivar los votos de este sector, es que es tan numeroso, que tiene injerencia en la elección de lideres.
Es entonces, cuando nos referimos al tema político o normativo, es cuando esta actividad la visten una túnica, la cual la hace parecer a la luz de incautos como una problemática social demasiado aberrante, si bien es cierto el mototaxismo es una actividad informal, en algunos tantos inseguros para sus usuarios y quizás algunas de estas personas que presten el servicio, no procedan de la mejor manera ante las normativas establecidas por el ente de tránsito.
Todo eso podría ser cierto y tendría validez absoluta ante visiones sesgadas, pero la gran verdad de este fenómeno es que nace como única respuesta al abandono estatal a esa Colombia profunda, esa que carece de fuentes de empleo y que sus habitantes tienen como solución inmediata la informalidad. El mototaxismo florece en ciudades y centros poblados a razón de la ausencia o precariedad de un sistema de transporte masivo que le brinde las garantías básicas de movilidad a sus usuarios.
Como lo mencioné anteriormente en otro párrafo, el motaxismo en Colombia germinó en suelo rural, ese donde sus habitantes están casi secuestrados a causa del deplorable estado de las vías y que las convierte en casi intransitables, únicamente los osados mototaxistas se atreven a transportar los productos y habitantes de estas regiones, podríamos decir entonces que este fenómeno nació como respuesta a la sumatoria de situaciones y problemáticas que afronta la mayoría del territorio colombiano, pero que tubo mayor eco en la región caribe dada sus particularidades socioeconómicas.
Es tal la notoriedad de impacto socioeconómico del mototaxismo en ciudades del caribe colombiano, que los escasos estudios del fenómeno hablan de su aporte en las economías locales, caso palpable Sincelejo, donde el investigador señala que esta actividad cobija al 40% de la población económicamente activa.
“Sincelejo, es una ciudad cuya movilidad y economía dependen significativamente del mototaxismo, pues se podría decir que como mínimo, el 40% de la población económicamente activa se dedica a dicha actividad, lo que lleva a que las vías de tránsito se caractericen por una desorganización general del sistema de transporte público.” (Sanchez,2011. La economía del mototaxismo, caso de Sincelejo)
Teniendo una idea un poco somera, pero mas diciente que al principio sobre los hechos y factores que incidieron en la génesis, propagación, afianzamiento y relevancia que tiene el fenómeno en el territorio nacional, permitiría lanzar dos tesis o percepciones desde mi humilde óptica.
El gobierno nacional, en conjunto con los entes territoriales donde el mototaxismo tiene eco, deben procurar de manera inminente formalizar, asociar e identificar los prestadores de este servicio, para que así con carácter de formalización, sus usuarios reciban un mejor servicio, el carácter gremial o asociativo les brindaría un panorama esperanzador al cual podrían acceder por medio de políticas públicas, existiendo una previa caracterización de los motaxistas en dichos territorios.
El problema o caos de movilidad es claro que ya está, lo que se debe procurar ahora es enfocar las políticas públicas a controlar y mitigar el flagelo, con esto no estoy señalando que se debe limitar este mecanismo de transporte, lo que si deberían pensar nuestros dirigentes es buscar hojas de rutas que permitan a ese sector de la población tener otras alternativas de empleo, brindar apoyo financiero y formativo en la creación de microempresas, para así también un nuevo dinamismo económico, alejado de la informalidad que permita el mejoramiento de la calidad de vida.