“El control del brote es posible con vacunación, coordinación intersectorial y comunicación asertiva”: Zulma Cucunubá

Según la investigadora, el epicentro en Tolima y la expansión a ocho departamentos evidencian un cambio en el patrón histórico de la fiebre amarilla, que ahora afecta zonas de cordillera y pone en alerta a autoridades y expertos. Factores como el cambio climático, la movilidad humana y la baja cobertura de vacunación en adultos han contribuido a la propagación.

Colombia vive desde octubre de 2024 el mayor brote de fiebre amarilla registrado en los últimos veinte años, con más de 70 casos confirmados y al menos 30 fallecimientos hasta abril de 2025, según reportó Zulma Cucunubá, PhD en Epidemiología y directora del Instituto de Salud Pública de la Universidad Javeriana.

“Es cierto que en Colombia estamos frente a un brote nuevo (desde octubre 2024), y que hasta abril 2025 ha tenido más de 70 casos y más de 30 fallecimientos. Es el mayor brote en 20 años”, afirmó Cucunubá, subrayando la gravedad del evento.

El brote tiene como epicentro el departamento del Tolima, pero ya se ha extendido a ocho regiones adicionales, lo que representa una ruptura con el patrón de casos esporádicos observado en décadas pasadas. Esta expansión geográfica incluye zonas de cordillera, tradicionalmente menos vulnerables a la enfermedad.

Precisa la investigadora que “el ciclo selvático involucra principalmente los mosquitos Haemagogus y Sabethes y los primates no humanos”. A renglón seguido, explicó que, por el momento, no existe evidencia de un ciclo urbano con el mosquito Aedes aegypti, conocido también por transmitir dengue, zika y chikungunya.

En ese sentido y ante la alarma generalizad por cuenta de las palabras de presidente Petro, sostiene que este vector urbano se encuentra limitado a altitudes menores a 2.300 metros, situación que obliga a mantener una vigilancia constante en las zonas de riesgo.

Entre los factores que explican la propagación del brote, Cucunubá destaca “la expansión del rango de reproducción de mosquitos, debido a cambios en temperatura y humedad” y “la expansión de la frontera agrícola, cambio en biodiversidad con el consecuente cambio de hábitats de los primates”.

Adicionalmente, comenta que influyen de manera directa en el proceso de dispersión de la fiebre amarilla la movilidad humana, incrementando el riesgo en regiones vulnerables.

Sobre este asunto en concreto, sostiene que un elemento crítico es la baja cobertura de vacunación en adultos, ya que, la inmunización contra la fiebre amarilla es obligatoria desde 2002 y solo para niños de 18 meses, dejando a una parte significativa de la población sin protección.

“Una sola dosis es suficiente”

Cucunubá comentó también, que la fiebre amarilla se manifiesta tras un periodo de incubación de 3 a 6 días y puede desarrollarse en tres fases: inicial, de remisión y tóxica. “La mayoría de los casos se resuelven a los pocos días. Pero hasta la mitad de los casos podrían llegar a fase tóxica”, advirtió Cucunubá, enfatizando la gravedad potencial de la enfermedad.

Sostiene que la vacunación se mantiene como la principal herramienta de prevención: “¡Una sola dosis es suficiente! para ofrecer protección de por vida”, recordó la experta. Las autoridades priorizan la aplicación de la vacuna en áreas de riesgo por debajo de los 2,300 metros y para viajeros a zonas endémicas, considerando que “es poco probable que se presenten casos autóctonos en lugares por encima de 2300 m como Bogotá o Tunja”.

Finalmente, la connotada científica subrayó la urgencia de realizar investigaciones de campo para comprender el ciclo actual del brote y las lógicas ambientales que lo sustentan.

“Comprender cuál es exactamente el ciclo actual, qué lógicas ambientales involucra, es una prioridad. […] El control del brote en humanos es posible con vacunación, coordinación intersectorial y comunicación asertiva”, concluyó Zulma Cucunubá.