La Casa Blanca argumenta que los cultivos de coca alcanzaron niveles récord bajo el gobierno de Gustavo Petro. Aunque mantiene la ayuda, condiciona la cooperación a resultados concretos.
Por primera vez en casi tres décadas, Estados Unidos decidió descertificar a Colombia en materia de lucha antidrogas.
La medida fue oficializada este lunes mediante un memorando firmado por el presidente Donald Trump, en el que también fueron incluidos Venezuela, Bolivia, Afganistán y Birmania, al considerar que “han fallado de manera demostrable” en sus compromisos internacionales frente al narcotráfico.
El Departamento de Estado, encabezado por el secretario Marco Rubio, responsabilizó directamente al gobierno del presidente Gustavo Petro por el incremento de los cultivos ilícitos y la producción de cocaína.
“Bajo el liderazgo del presidente Petro, el cultivo de coca y la producción de cocaína han alcanzado niveles récord, mientras que el gobierno colombiano ni siquiera ha cumplido sus propias metas de erradicación”, señala el documento.
Aunque la decisión supone un duro golpe diplomático, la Casa Blanca emitió una excepción para mantener la cooperación en seguridad y programas antinarcóticos, considerados estratégicos para los intereses estadounidenses.
“Consideraré cambiar esta designación si el gobierno de Colombia adopta medidas más agresivas para erradicar la coca, reducir la producción y el tráfico de cocaína y responsabilizar a los líderes de las organizaciones criminales”, advierte la determinación presidencial.
El golpe diplomático revive un episodio que no se veía desde 1997, cuando el gobierno de Bill Clinton sancionó al entonces presidente Ernesto Samper en medio del escándalo del proceso 8.000.
Desde entonces, Colombia había mantenido su certificación como socio estratégico en la lucha antidrogas.
Entre 2000 y 2018, Estados Unidos entregó a Colombia más de 10.000 millones de dólares en cooperación militar, social y de erradicación de cultivos.
Hoy, aunque la ayuda se mantiene, estará sujeta a mayores condiciones y a la exigencia de resultados verificables, lo que marca un punto crítico en la relación bilateral.