Esta medida, que culmina otro capítulo de crisis institucional, deja al país bajo la dirección provisional de José Jerí, mientras analistas advierten que Perú repite el patrón de presidencias interrumpidas que lo ha caracterizado desde 2016.
La destitución de Dina Boluarte como presidenta del Perú, aprobada este jueves por una mayoría congresional abrumadora, marca un nuevo episodio en la secuencia de gobiernos breves y turbulentos que han definido la política peruana en la última década.
El proceso se sustentó en la figura de “incapacidad moral permanente”, un mecanismo constitucional que se ha convertido en herramienta recurrente del Congreso para remover presidentes desde 2016. Los promotores de la moción argumentaron que el Ejecutivo perdió control frente al incremento de la criminalidad y a los escándalos de corrupción en distintos ministerios.
Durante su intervención final, Boluarte apeló a su legitimidad y aseguró que “asumió la presidencia con valentía y amor por la patria”, pero su discurso fue interrumpido minutos después, cuando el Congreso inició la votación. El resultado —121 votos a favor, 2 en contra y 5 abstenciones— selló su salida inmediata del cargo.
El nuevo mandatario interino, José Jerí, juró el mismo día ante el Parlamento y deberá completar el periodo hasta 2026. Sin embargo, su llegada al poder no ha calmado las aguas: enfrenta cuestionamientos éticos y carece de bancada sólida, lo que anticipa otro ciclo de fragilidad política.
Desde 2016, Perú ha tenido siete presidentes y ningún gobierno que haya culminado su mandato. El ciclo comenzó con la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (2018), seguida de la destitución de Martín Vizcarra (2020) y el fallido autogolpe de Pedro Castillo (2022). Con la caída de Boluarte, el país consolida una tendencia de inestabilidad que ha erosionado la confianza ciudadana y la institucionalidad democrática.
De acuerdo con varios medios internacionales que siguen de cerca esta noticia, la vacancia no alterará el calendario electoral previsto para abril de 2026. No obstante, la incertidumbre política podría afectar la economía, que ya muestra signos de desaceleración y pérdida de inversión extranjera. El mensaje de Boluarte a la nación, transmitido minutos antes de su destitución, buscó apelar a la opinión pública: mencionó logros en educación y programas sociales, pero omitió referirse a los cuestionamientos que motivaron la moción.
Su salida, según analistas, confirma el predominio de un modelo “parlamentario de facto”, donde la estabilidad presidencial depende de mayorías volátiles y alianzas efímeras. Con la asunción de Jerí, Perú vuelve a comenzar un ciclo sin certezas, en medio de una sociedad exhausta y un Estado incapaz de sostener sus propios liderazgos.