Por Rafael Nieto Loaiza
Resalto cuatro diferencias muy importantes: una, Colombia tiene una institucionalidad mucho más fuerte. Tenemos, dos, una tradición democrática más vieja y más solida. En Venezuela han sido usuales las dictaduras; entre nosotros, la excepción. Tres, Venezuela ha dependido del petróleo desde principios del siglo XX. Nosotros tenemos una economía mucho más diversificada. Por último, nuestras Fuerzas Militares son mucho más profesionales e institucionales y, además, desde los sesentas han sufrido en carne propia la violencia de las guerrillas comunistas.
Sería un error, sin embargo, asumir que esas diferencias, que favorecen la nuestra estabilidad democrática, aseguran que siempre estará a salvo. Venezuela nos enseña algunas lecciones.
La izquierda andina es carnívora, a diferencia de las del cono sur, que son vegetarianas. Las carnívoras, como ocurrió en Venezuela, asumen las elecciones como un instrumento para llegar al poder y después socavan la democracia desde adentro. Chávez ganó los comicios y después maniobró para convertirse en el dictador que sufrimos allá y acá. Petro ha dado muestras inequívocas de querer quedarse más allá del 2026.
La búsqueda de un cambio constitucional. Chávez hizo una constituyente a su medida. Petro lo ha buscado de muy distintas maneras, desde la propuesta de una asamblea nacional hasta la de un referendo, pasando por el gaseoso «poder constituyente”. Tenemos que defender a muerte la Constitución del 91 que, por cierto, refleja, ella sí, un gran acuerdo nacional.
La ocupación y subordinación de las distintas ramas del poder público. En Venezuela, el chavismo controla el tribunal supremo de justicia y la asamblea legislativa. No existen ni autonomía ni independencia de la justicia y el legislativo ni un sistema de frenos y contrapesos. Acá la subordinación del Congreso se ha intentado sobornando los parlamentarios. Que el escándalo de la UNGRD se haya destapado no asegura que el gobierno deje de buscar el control del legislativo, pero las compras serán más difíciles. La Procuradora termina su período el 15 de enero del 2025. La Fiscal está en mora de demostrar que no es la de Petro y no podemos cejar en exigirle que cumpla su tarea y no proteja a los familiares y a los altos funcionarios de Petro. Lo más importante, sin embargo, es asegurar la independencia de la Corte Constitucional. Las chuzadas a las comunicaciones y computadores del vicepresidente del tribunal son muy preocupantes. Y el Consejo de Estado y la Corte Suprema deben escoger con sumo cuidado sus candidatos a la Constitucional. Deben ser ternas donde todos los nombres puedan ser elegidos y den garantías. La Corte es el gran bastión de defensa de la democracia y las libertades y su responsabilidad es histórica.
El sistema electoral ha sido clave para el chavismo. Acá hay que evitar el control del CNE por parte del petrismo y asegurar que la Registraduría haga su tarea de manera eficaz y transparente. La oposición, además, debe aprender de la formidable tarea que hicieron María Corina Machado y Edmundo González en el seguimiento y la defensa de los resultados. Testigos electorales, pruebas con imágenes de la votación, de las actas de escrutinio y de los formularios, protección de las urnas triclaves, consolidación digital, copia en las nubes.
La izquierda se protege internacionalmente. Lula, AMLO y Petro, al menos hasta el momento, han sido cómplices no solo del desconocimiento de los resultados sino de la represión. De la OEA no se puede esperar nada. Y el departamento de Estado de Biden es la muestra de que al perro sí lo capan dos veces. Con todo en contra, la oposición colombiana tiene que ser capaz de articular una estrategia internacional eficaz.
La unidad es vital. Los demócratas necesitamos estar unidos para defender la Carta del 91, para hacerle oposición eficaz a Petro, para exigirle a la Fiscalía y a la Comisión de Acusaciones que cumplan con su deber, para evitar que los congresistas liberales, conservadores, de la U y verdes se vendan al gobierno, para proteger el sistema electoral y a la Corte Constitucional de la embestida gubernamental. Y hay que buscar unas reglas de juego que permitan contar con un candidato único que asegure entrar a la segunda vuelta y evitar el escenario de Claudia López contra un candidato aún más petrista.
Finalmente, ningún golpe, o autogolpe, es exitoso y ningún dictador se mantiene en el poder, sin apoyo militar. Nada es más importante que asegurar que las Fuerzas Militares sigan siendo demócratas e institucionales. Que no olviden que, como dice la Carta del 91, su “finalidad primordial [es] la defensa del orden constitucional”.