A 21 años de la masacre de Bojayá, la cúrcuma es fuente de esperanza y reconciliación para 250 familias

Después de surtir desafíos, primero por la violencia de las Farc y los paramilitares, y luego por los efectos de la pandemia, los habitantes de Bellavista-Bojayá (Chocó) podrán exponer, desde hoy y hasta el 5 de mayo, su producto insignia en la feria MACFRUT.

Hoy en día la esperanza de estas comunidades reside en que ese hermoso polvo amarillo y reluciente llamado «cúrcuma» llegue a mercados europeos donde serán representados por la Agencia de Desarrollo Rural en la feria denominada MACFRUT, uno de los encuentros hortofrutícolas más importantes del mundo y que será realizado en Rímini, Italia, entre el 2 y el 5 de mayo, casualmente los mismos días donde varias familias de Bojayá hace 21 años lo perdieron todo.

La ruta para hallar ese tesoro con múltiples propiedades curativas se inicia tomando un avión desde Bogotá a Quibdó (Chocó) y luego una lancha en el puerto de esta misma ciudad para navegar por más de 3 horas sobre el impetuoso río Atrato.

Al llegar al punto, la Agencia de Desarrollo Rural se dirige a la exploración de una especie pura, con gran versatilidad gastronómica y con grandes propiedades medicinales; este tallo que es producido, cuidado y cultivado por 250 familias afro e indígenas que alguna vez fueron víctimas de la masacre de Bojayá y que, como el ave fénix, renacieron de las cenizas para elevarse majestuosamente y convertirse en ejemplo de valentía y resiliencia.

Toda una travesía

Al internarse río arriba y en medio de la selva tropical se divisan comunidades indígenas embera dóbida y comunidades negras, quienes hace más de 20 años atrás, resistieron un ataque sin sentido, donde tuvieron que luchar para sobrevivir entre el fuego cruzado de los grupos armados.

Siguiendo el curso del río, a las orillas se ven las ruinas de Bojayá y unos 15 minutos más adelante, por fin se encuentra Bellavista, el pueblo refugio de todas aquellas familias que vivieron la atrocidad de la guerra.

Al descender de la lancha se divisa al pie del riachuelo, niños desnudos refrescándose con el agua, afrodescendientes retirando las vísceras de los peces capturados e indígenas lavando sus prendas.

A 500 metros nos espera en su sitio de trabajo Edwin, un hombre afrodescendiente de 39 años, quien en sus brazos sostiene el amor más grande de su vida, su pequeña bebé de 10 meses quien lo motiva a luchar cada día.

En este momento y en medio de su sonrisa resplandeciente empieza su relato y la historia que entre sus dedos amarillentos por el color de la cúrcuma lo motivaron un día a pensar en sacar su comunidad adelante.

El polvo amarillo que es como oro para la comunidad

“La cúrcuma en un principio era usada por los indígenas, como tintura para sus artesanías, después con el tiempo descubrieron todo lo bueno que ella traía, combate la hepatitis B, el cáncer y además es usada para que los insectos no nos laceren la piel en esta zona tropical, sin contar que sirve para aderezar y condimentar los alimentos”, dice Edwin durante su discurso.

Si bien es cierto que su negocio iba viento en popa y lograron vender más de 5 toneladas de cúrcuma, al interior del país, con la llegada de la pandemia su producción disminuyó notablemente, logrando solo un acuerdo comercial con Crepes & Waffles a quienes venden 50 kilos quincenales.

“Nosotros no necesitamos la compasión de nadie, tenemos las ganas, las manos y la tierra para trabajar el campo, solo queremos un empujón para que nuestro negocio pueda llegar a mercados internacionales” afirma Edwin, entre risas.

Rumbo a Italia

Hoy en día, los caminos terrestres y fluviales del Río Bojayá huelen a ilusión, tienen un sabor cálido con toque amargo y un aroma a tierra y a madera, que sobresalen del cultivo de la cúrcuma. No hay duda de que sus pobladores alguna vez vivieron el dolor y el desaliento de una guerra sin censura y hoy son ejemplo de restauración, vida y esperanza.

Finalmente, Edwin recalca: “la cúrcuma integra las familias y este proyecto no es para mí, mi sueño es que algún día la gente pueda ver esto como un legado de superación”. Esta iniciativa productiva sueña con desvanecer la pobreza y ansía con ser un aporte para conservar la paz, asegurar el equilibrio y dar un esbozo a un camino fecundo.

Este producto, junto con el mango de la sierra nevada, la papaya de Bolívar, la uchuva, la gulupa y los arándanos de Boyacá; la aromáticas de Antioquia y la ahuyama de San Juan del Cesar estarán presenten en MACFRUT 2023, espacio que pretende abrir nuevas oportunidades a los pequeños productores del país, llevando lo mejor de Colombia para el mundo.