Ya no estamos entre amigos y enemigos de la paz, sino entre escépticos y esperanzados en el diálogo: Lafaurie

Sobre la paz, el presidente ejecutivo de Fedegán expresó en su más reciente columna de opinión que en Colombia ha habido “destellos de esperanza en los últimos sesenta años”. Además, se refirió a los diálogos con el M-19, las Farc y el ELN.

La buena fe es el factor común que José Félix Lafaurie Rivera, presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) y negociador de paz con el ELN, destacó en los actuales diálogos con el Ejército de Liberación Nacional.

En su más reciente columna de opinión, el dirigente gremial expresó: “Hoy asumimos una nueva negociación con la última guerrilla histórica, el ELN. Como señalé la semana anterior, sin que ello justifique sus atrocidades, percibo rescoldos de “idealismo” hacia una verdadera transformación social, lo que facilita una negociación que, además, fue promesa de campaña y hoy programa de gobierno; de cara al país y con una delegación gubernamental que no es un coro de aplausos, sino una combinación de voces -militares, periodistas y hasta líderes gremiales no afines al gobierno, como es mi caso- con la buena fe como factor común”.

Destacó que “Ya no estamos entre amigos y enemigos de la paz, sino entre escépticos y esperanzados en el diálogo, frente a un país desesperanzado y, por ello, indiferente”.

Sobre este complejo proceso con el ELN, el alto ejecutivo se preguntó: ¿Cómo despertar esos instintos vitales?, ¿cómo entusiasmar al país?, ¿cómo sumar esperanzados y restar escépticos a la ecuación de la paz? Ese es el reto, porque no hay más grande ni más audaz empresa para Colombia…, que la paz.

Su escrito, titulado “La paz: aspiración…, dogma nacional”, empezó citando al gran pensador español, Ortega y Gasset, quien escribió un ensayo sobre “La España invertebrada” en 1921, cuando su país remató el siglo XIX con la pérdida de Cuba y el descalabro de su imperio colonial, para entrar debilitada y pesimista al azaroso siglo XX.

Lafaurie Rivera recordó que Ortega pensaba que, frente a las dinámicas que empujaban la desintegración se requería lo opuesto, una auténtica “incorporación” en la que “…la fuerza tiene un carácter adjetivo. La potencia verdaderamente substancial que impulsa y nutre el proceso es siempre un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común”.

Y comparó el pensamiento de Ortega y Gasset con lo que ha ocurrido en Colombia, en donde, según su opinión, desde 1810 se ha hecho todo lo contrario. “La fuerza de las armas, que Ortega reconoce como necesaria, aunque ‘adjetiva’, ha sido ‘sustantiva’ en la solución de nuestras diferencias y, como consecuencia, hemos vivido una violencia ininterrumpida y tremendamente destructiva, no solo en lo económico, sino, más grave aún, en la afectación emocional de la conciencia colectiva, pues aprendimos a vivir en ‘modo escepticismo’ frente a las soluciones y en ‘modo desesperanza’ frente al futuro”.

Añadió que la desesperanza, que es el resultado de intentarlo todo, hasta que lo damos todo por perdido, ha tenido, sin embargo, destellos de esperanza en los últimos sesenta años. “El más significativo se produjo en 1990, cuando el pragmatismo ingenieril de Barco permitió desmovilizar al M-19; con indulto, más realista que una costosa justicia restaurativa de mentiras, y con participación política, pero no regalada. El ‘eme’ logró 19 curules, fue protagonista en la Constituyente del 91 y, hoy, uno de sus cuadros es presidente de Colombia”.

El presidente ejecutivo de Fedegán afirmó que con las Farc intentaron todos los gobiernos, desde Betancur en La Uribe (1984), pero la falta de voluntad nunca permitió resultados. Tendría que llegar un gobierno con una noción equívoca de la paz, para firmar un pomposo Acuerdo de paz estable y duradera, que terminó en promesa de valor incumplida.

“Fue un proceso de negociaciones secretas y luego públicas por presión de los medios, pero siempre a espaldas del país. Se dijeron mentiras (no se negociará el modelo de desarrollo y se negoció el desarrollo rural; habrá cárcel para delitos atroces, etc.), se transaron apoyos y se violentaron instituciones, con la voluntad popular en primer lugar, seguida de la dignidad del Congreso en el ‘fast track’, y hasta la justicia plegada a esa euforia mediática con la que, de paso, se fracturó el país entre amigos y enemigos de la paz”, lamentó.

Y finalizó con el concepto de “dogma nacional” de Ortega y Gasset capaz de unir a los pueblos, porque “Un pueblo vive de lo mismo que le dio la vida: la aspiración (…). Solo grandes, audaces empresas despiertan los profundos instintos vitales de las masas. No el pasado, sino el futuro…”.