Siete años de explotación en el Bronx: mujer obligaba a pareja a trabajar bajo amenazas y en condiciones infrahumanas

Gloria Esperanza Duarte fue condenada a 14 años de prisión por trata de personas. Aprovechó la pobreza de sus víctimas para someterlas a jornadas extenuantes sin pago justo ni derechos básicos.

Durante siete años, una pareja de esposos fue víctima de explotación laboral sistemática por parte de Gloria Esperanza Duarte, propietaria de un hotel en el desaparecido sector del Bronx, en Bogotá.

A través de amenazas, maltratos físicos y psicológicos, la mujer los obligó a realizar múltiples labores sin descanso, a cambio de un pago esporádico de apenas 3.500 pesos diarios, sin seguridad social ni prestaciones legales.

El caso fue llevado ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, que ratificó la condena de 14 años de prisión por el delito de trata de personas en concurso homogéneo y sucesivo, negando el recurso de casación presentado por la defensa de la condenada.

La decisión deja en firme la responsabilidad de Duarte en estos hechos, ocurridos entre 2007 y 2014.

Según la investigación de la Fiscalía General de la Nación, liderada por una fiscal de la Dirección Especializada contra las Violaciones a los Derechos Humanos, la señora Duarte permitió a Luz Aleyda Meliton Soto y César Armando Báez Beltrán alojarse en su hotel bajo la figura de “pagadiario”, pero condicionó su estadía a la realización de tareas extenuantes.

Entre los oficios obligados estaban la atención a huéspedes, el suministro de licor, la localización de estupefacientes, y otras actividades relacionadas con el funcionamiento del establecimiento. Todo esto bajo un entorno de intimidación constante, con la amenaza de ser expulsados del lugar y quedar en la calle.

Además de no recibir un salario digno, las víctimas fueron sometidas a abusos sistemáticos. En algunos casos, incluso, parte del “pago” consistió en el suministro de sustancias ilícitas.

Este caso se convirtió en un ejemplo emblemático de cómo la trata de personas puede ejercerse bajo formas menos visibles, aprovechando la vulnerabilidad social y económica de las víctimas.