Por Rafael Nieto Loaiza
La MinMinas reiteró en el Foro Económico Mundial que «no van a conceder nuevos contratos de exploración de gas y de petróleo”.
En el mismo Foro, Felipe Bayón, presidente de Ecopetrol, sostenía que la transición energética necesita al menos 20 años, que la compañía debe «proteger el negocio actual” porque «la sociedad seguirá creciendo y necesita gasolina, diesel, combustible de avión y petroquímicos de buena calidad» y que, en todo caso, la petrolera ya está apostando a energía alternativas, solar, geotérmica, eólica, pequeñas hidroeléctricas e hidrógeno.
La diferencia entre un técnico, experto, conocedor profundo del tema, serio y responsable como Bayón, y la Ministra, ignorante de la materia de su cartera, irresponsable, chambona y con evidentes posiciones de fanatismo ideológico, fue patente.
En un intento de control de daños, desde el MinHacienda se buscó corregir a Vélez. A través de José Roberto Acosta, director de Crédito Público, recordó que «Ecopetrol aporta ingresos alrededor del 10% del presupuesto nacional. Esto debe cambiar, pero llevará tiempo [y] Colombia sigue necesitando dividendos, regalías e impuestos del petróleo”.
Petro, sin embargo, salió en defensa de su Ministra, que es quien en realidad refleja su pensamiento. Dijo que «el turismo y la exportación de energías limpias” permitirían “sustituir la matriz de exportaciones [y que] una fuerte inversión en turismo y en generación de energías limpias […] en un corto plazo llenaría los vacíos de dejaría le economía fósil”.
Mis lectores saben que he sido crítico de distintos aspectos de la gestión de Iván Duque. Pero no hay duda de que su tarea en la transición a energías alternativas fue notable. Para agosto del año pasado, dejó plantas solares conectadas al Sistema Interconectado Nacional con una capacidad efectiva de 414,81 MW, y plantas eólicas con una capacidad de 38,32 MW. También hay plantas solares de autogeneración a pequeña escala por cerca de 426 MW. El Gobierno multiplicó 31 veces la capacidad de generación alternativa de energía. En 2018 había dos proyectos con apenas 28MW, el 0.12%, y terminó su cuatrienio con 879 MW alternativos operativos, algo menos del 7% de la energía renovable total. Además, hay proyectos en construcción con 4.500 MW adicionales, impulsados por su administración, que deben entrar en operación en este 2023.
Duque dejó también la ley 2099 de transición energética, el marco normativo y fiscal más atractivo para inversión en renovables y tecnologías limpias del Continente (exclusión automática del IVA en infraestructura de energía solar; deducción del 50% del impuesto de renta durante 15 años para inversión en infraestructura y obligación de los comercializadores de comprar entre un 8 y un 10% de energías alternativas) y acompañó a Ecopetrol en la transformación de la que habló Bayón.
Ahora, de las buenas proyecciones en energías alternativas a pasar a «la exportación de energías limpias” que propone Petro hay un techo gigantesco. De hecho, ahora mismo el sistema eléctrico nacional está en una situación de estrés. Hay menos certezas en la capacidad de generación en relación con el aumento de la demanda y, en consecuencia, están subiendo los precios en la bolsa y, de rebote, los costos para los colombianos por kilovatio consumido. Si de acá a dos años los 2.400 MW de HidroItuango no entran en los plazos establecidos, las renovables se retrasan y ocurre un fenómeno del Niño, va a haber racionamiento. La advertencia la hizo María Nohemí Arboleda, directora de XM, el operador del Sistema Interconectado y el administrador del mercado de energía mayorista de Colombia. Ojalá no sea ese el escenario.
El punto es que aunque Colombia tiene una matriz energética diversa, predominantemente renovable y cada vez con más energía alternativa, que hoy califica como la sexta más limpia del mundo, no produce suficiente energía en general ni, mucho menos, «energía limpia”, para exportar.
Primero hay que asegurar la capacidad para satisfacer la demanda nacional, después hay que aumentar la producción de energías alternativas (aún muy minoritarias en relación con el total de la matriz energética) y finalmente hay que terminar de construir las redes de conducción eléctrica.
Y si tuviésemos todo eso en la mano, todavía habría que determinar si hay mercado para nuestra energía y si seríamos competitivos.
En todo caso, hoy no hay un solo estudio, un solo dato, que permita pensar que a punta de «energías limpias” podamos, a corto o a mediano plazo, sustituir en todo o en parte la matriz de exportaciones basada en el petróleo y minería, la “economía fósil” que nos ha permitido sobrevivir y crecer hasta ahora. Por cierto, en turismo la situación no es distinta, como lo mostraré en próxima columna.
Petro piensa con el deseo. Su ataque a los sectores petrolero y minero es irresponsable, peligroso, dinamita nuestra economía y solo puede llevar a la quiebra nacional, a más desempleo y mucha más pobreza.